Ficha escrita por:
Juan Mari, jardinero apasionado, Asturias
La nueva normativa que regula la utilización de productos fitosanitarios de 2019, prohíbe la venta y utilización de determinadas sustancias activas a jardineros no profesionales. Por este motivo, muchos aficionados a la jardinería amateur están recurriendo a alternativas caseras, con la excusa de que además, son mucho más «naturales».
Entre estas alternativas, está la sal. La sal es un producto natural que se encuentra abundantemente en nuestro planeta, ya sea disuelto en el agua de mar o en forma de cristales en depósitos terrestres.
Pero que un producto tenga un origen natural no significa que su uso sea seguro para el medio ambiente. Y es que el uso de la sal como herbicida puede provocar graves consecuencias en la fertilidad del suelo.
Si se utiliza con frecuencia, modifica la estructura del suelo, obstruyéndolo y haciéndolo asfixiante. Tendrán que pasar muchos años para que recupere una estructura idónea para los cultivos y para la flora en general, especialmente en suelos arcillosos.
Además, en ciertas partes de la tierra con clima seco y cálido, pueden empezar a aparecer problemas por exceso de sal en la tierra (salinización), como consecuencia de una irrigación mal realizada con agua con un alto contenido de sal.
La sal no se degrada en el suelo, sino que se infiltra en las capas freáticas. Además, es tóxica para la microfauna que habita en el suelo y que tanto bien le hace, como por ejemplo las lombrices de tierra. Es un elemento importante que ocasiona pérdidas en la biodiversidad, acumulándose en la tierra y en el agua. Y las especies acuáticas son especialmente sensibles al aumento del nivel de sal en el agua.
Incluso los vegetales que no hemos «tratado» con sal, pueden absorberla por sus raíces y resultar afectados. Los árboles en particular, cuyas raíces buscan alimento muy lejos del tronco, pueden acumular cantidades excesivas de sal y llegar a ocasionar su muerte.
En regiones donde se utiliza habitualmente sal para eliminar la nieve, es normal que la tierra acumule importantes niveles de salinidad.
De hecho cuanto más elevada sea la concentración de sales en la tierra, más difícil será la absorción de agua para las plantas. Sin embargo, hay plantas que crecen bien en ambientes salados como las salicornias o algunas suculentas que habitan en zonas próximas al litoral marino. Pueden vivir sin problemas porque la naturaleza las ha adaptado a este tipo de terrenos tan particulares.
La sal gruesa que se utiliza para curar alimentos es un herbicida eficaz.
También se puede utilizar sal gruesa de deshielo con la misma finalidad. Pero en ocasiones contiene cloruro de magnesio o cloruro de calcio que limitan su capacidad herbicida.
Espolvorear sal gruesa sobre las plantas a eliminar. Es ideal realizar esta operación con el rocío de la mañana o si la previsión anuncia lluvias.
se disuelven 200 gramos de sal en 1 litro de agua y se pulveriza sobre las plantas no deseadas.
algunos jardineros añaden vinagre blanco a esta mezcla, ya que es un producto del que se conocen también sus propiedades herbicidas.
Es importante tener en cuenta que la sal se disuelve más fácilmente en agua caliente. Además, el hecho de que el agua esté caliente la convierte en un elemento más nocivo para las plantas, reforzando su efectividad.
La sal, al usarla como herbicida, actúa de dos modos distintos para eliminar las malas hierbas:
De entrada, causa un aumento de iones en la solución del suelo, y por lo tanto, de la presión osmótica: la planta, en consecuencia, es incapaz de absorber agua y se seca.
aporta iones minerales tóxicos para el suelo (sodio, especialmente) que reemplaza los iones minerales indispensables para las plantas (como el calcio, el magnesio o el potasio).
La eliminación de malas hierbas utilizando sal es un método nocivo para la tierra.
Existen muchas otras maneras de desherbar de manera ecológica y mucho menos nocivas para el medio ambiente.
Es mejor considerar la sal como un último recurso al que acudir para eliminar malas hierbas especialmente difíciles de erradicar en espacios libres de cultivos, como por ejemplo entre adoquines, pavimentos de exterior y otras zonas de paso cubiertas con grava.
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Ficha escrita por:
Juan Mari, jardinero apasionado, Asturias
De niño ya trabajaba en el jardín familiar. Quizás ahí nació mi interés por las plantas y la jardinería. Así que nada más lógico para mí que estudiar biología vegetal y agronomía. Posteriormente, y accediendo a la solicitud de varios editores, escribí, a lo largo de 25 años, numeroso libros relacionados con las plantas, los champiñones (un tema que me preocupa), al principio básicamente guías identificativas, pero posteriormente me fui adentrando en la jardinería, retomando, de este modo la pasión de mi infancia. Además de eso, he colaborado regularmente con varias revistas especializadas en jardinería y naturaleza. Como no hay jardinero sin jardín, cultivo desde hace 30 años el mío propio en un pequeño rincón de Asturias, poniendo en práctica los métodos de cultivo sobre los cuales os aconsejo.