La potencia calorífica de una estufa de leña viene determinada por la propia potencia del aparato, a la que debemos unir el estado de aislamiento de la vivienda, su orientación y la zona climática en que ésta se encuentre. La forma más sencilla de calcularlo es medir los m2 de la habitación (teniendo en cuenta una altura media de 2,5 m.) y multiplicar el resultado por los coeficientes correspondientes a dichas condiciones que se encuentran en tablas. Como referencia se puede tomar que con 1kW se puede calentar aproximadamente 10m2. Las estufas de leña pueden tener una potencia a partir de 4kW hasta cerca de 20kW por lo que no es difícil encontrar una adecuada para todo tipo de viviendas.
Las estufas de leña pueden ser de dos tipos: estufas de leña por convección mediante circulación del aire caliente en su interior que se distribuye uniformemente hacia el exterior impulsado por un ventilador; las estufas de leña por radiación son las tradicionales cuyo exterior, generalmente de acero, se calienta y distribuye el calor a las zonas que se encuentran en su proximidad, por lo que el aprovechamiento del calor es inferior.
Las estufas de convección son, por tanto, más eficientes que las estufas de radiación.
Lo primero es limpiar de los restos de ceniza el interior de la estufa, extrayendo el cajón que sirve para recogerlas, o bien aspirándolas. Se introducen los leños de madera y se prende fuego ayudándose con astillas o pastillas de encendido. El tiro de la chimenea debe estar abierto para que entre aire que ayude a la combustión. Si la estufa tiene tiro frontal, éste se puede regular poco a poco, a medida que el fuego vaya prendiéndose. Después se irán añadiendo troncos para que el fuego se mantenga vivo en el interior de la estufa.